(...) Ana, lánguida, desmayado el ánimo, apoyó la cabeza en las rejas frías de la gran puerta de hierro que era la entrada del <<Parque>> por la calle de Tras-la-cerca. Así estuvo mucho tiempo, mirando las tinieblas de fuera, abstraída en su dolor, sueltas las riendas de la voluntad, como las del pensamiento que iba y venía, sin saber por dónde, a merced de impulsos en que no tenía conciencia. (...)
La Regenta, Leopoldo Alas, Clarín
http://cvc.cervantes.es/actcult/clarin/default.htm
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(...) Y diciendo esto se arrojó del lecho con intención de cerrar la puerta y no dejar entrar a la señora Rodríguez; mas cuando la llegó a cerrar, ya la señora Rodríguez volvía, encendida una vela de cera blanca, y cuando ella vio a don Quijote de más cerca, envuelto en la colcha, con las vendas, galocha o becoquín, temió de nuevo y, retirándose atrás como dos pasos, dijo:
- ¿Estamos seguras, señor caballero? Porque no tengo a muy honesta señal haberse vuesa merced levantado de su lecho.
- Eso mesmo es bien que yo pregunte, señora -respondió Don Quijote-, y, así, pregunto si estaré yo seguro de ser acometido y forzado.
- ¿De quién o a quién pedís, señor caballero, esa seguridad? -respondió la dueña.
- A vos y de vos la pido -replicó Don Quijote-, porque ni yo soy de mármol, ni vos de bronce, ni ahora son las diez del día, sino media noche, y aun un poco más, según imagino, y en una estancia más cerrada y secreta que lo debió de ser la cueva donde el traidor y atrevido Eneas gozó a la hermosa y piadosa Dido. (...)
El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha, Miguel de Cervantes
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"Ninguno de los entrantes o salientes hacía caso del pobre Pulido, porque ya tenían costumbre de verle impávido en su guardia, tan insensible a la nieve como al calor sofocante, con su mano extendida, mal envuelto en raída capita de paño pardo, modulando sin cesar palabras tristes, que salían congeladas de sus labios. Aquel día, el viento jugaba con los pelos blancos de su barba, metiéndoselos por la nariz y pegándoselos al rostro, húmedo por el lagrimeo que el intenso frío producía en sus muertos ojos. Eran las nueve y aún no se había estrenado el hombre. (...)"
Misericordia, Benito Pérez Galdós
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Diana- Llega,
Teodoro, y toma la pluma.
Teodoro- (Aparte) Hoy me mata o me destierra.
Diana- Escribe.
Teodoro- Di.
Diana- No estás bien
con la rodilla en la tierra;
ponle, Anarda, una almohada.
Teodoro- Yo estoy bien.
Diana- Pónsela, necia.
Teodoro- (Aparte) No me agrada este favor
sobre enojos y sospechas;
que quien honra las rodillas,
cortar quiere la cabeza.
Yo aguardo.
Diana- Yo digo ansí.
Teodoro- (Aparte) Mil cruces hacer quisiera.
(Siéntese la condesa en una silla alta. Ella diga y él vaya escribiendo.)
Diana- «Cuando una mujer principal se ha declarado
con un hombre humilde,
eslo mucho el término
de volver a hablar con otra,
mas quien no estima su fortuna,
quédese para necio».
Teodoro- ¿No dices más?
Diana- Pues ¿qué más?
El papel, Teodoro, cierra.
Anarda- (A la condesa) ¿Qué es esto que haces,
señora?
Diana- Necedades de amor llenas.
Anarda- Pues ¿a quién tienes amor?
Diana- ¿Aún no le conoces, bestia?
Pues yo sé que le murmuran
de mi casa hasta las piedras.
Teodoro- Ya el papel está cerrado;
sólo el sobrescrito resta.
Diana- Pon, Teodoro, para ti,
y no lo entienda Marcela;
que quizá le entenderás
cuando de espacio le leas.
El perro del hortelano, Lope de Vega
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Hamlet- ¡Ser o no ser; he aquí el problema! ¿Qué es más elevado para el espíritu: sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna, o tomar las armas contra un piélago de calamidades y, haciéndoles frente, acabar con ellas? ¡Morir..., dormir, no más! ¡ Y pensar que con un sueño damos fin al pesar del corazón y a los mil naturales conflictos que constituyen la herencia de la carne! ¡He aquí un término para ser devotamente deseado! ¡Morir..., dormir! ¡Dormir!... ¡Tal vez soñar! ¡Sí, ahí está el obstáculo! Porque es forzoso que nos detenga el considerar qué sueños pueden sobrevenir en aquel sueño de la muerte, cuando nos hayamos librado del torbellino de la vida. ¡He aquí la reflexión que da existencia tal larga al infortunio! (...)
Hamlet, William Shakespeare
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De acuerdo con este conocimiento, hemos de concebir la tragedia griega como un coro dionisíaco que una y otra vez se descarga en un mundo apolíneo de imágenes. Aquellas partes corales entretejidas en la tragedia son, pues, en cierto modo, el seno materno de todo lo que se denomina diálogo, es decir, del mundo escénico en su conjunto, del drama propiamente dicho. En numerosas descargas sucesivas ese fondo primordial de la tragedia irradia aquella visión en que consiste el drama: visión que es en su totalidad una apariencia onírica, y por tanto de naturaleza épica, mas, por otro lado, como objetivación de un estado dionisíaco, no representa la redención apolínea en la apariencia, sino, por el contrario, el hacerse pedazos el
individuo y el unificarse con el ser primordial. El drama es, por tanto, la manifestación apolínea sensible de conocimientos y efectos dionisíacos, y por ello está separado de la epopeya como por un abismo enorme.
El nacimiento de la tragedia, Friedrich Nietzsche
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Gloria, la mujer serpiente, durmió enroscada en su cama hasta el mediodía, rendida y gimiendo en sueños. Por la tarde me enseñó las señales de la paliza que le había dado Juan la noche antes y que empezaban a amoratarse en su cuerpo.
Nada, Carmen Laforet
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Pasa por la plaza un mendigo adolescente, tonto, a quien falta un ojo. Camina rígido, hierático, con lentitud, y va rodeado por dos docenas de muchachos que lo miran en silencio. El tonto tiene una descalabradura, aún sangrante, en la cabeza, y un aire de una profunda tristeza, de una inusitada tristeza en todo su ademán. Anda arrastrando los pies, apoyado sobre un bastón de cayado, con el espinazo doblado y el pecho hundido. Con una voz chillona, cascada, estremecedora, el tonto canta:
Jesús de mi vida,
Jesús de mi amor,
ábreme la herida
de tu corazón.
Una mujer con un niño a cuestas se ha asomado a un portal.
-¡Lástima no reventases, perro!
Viaje a La Alcarria, Camilo José Cela
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Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.
Lo dejo suelto y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente: "¿Platero?", y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal...
Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar; los higos morados, con su cristalina gotita de miel...
Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña...; pero fuerte y seco por dentro, como de piedra...Cuando paseo sobre él, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo:
- Tiene acero...
Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo.
Platero y yo, Juan Ramón Jiménez
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Dediqué los días siguientes a rematar este lapso con dignidad. Uno de mis primeros quehaceres fue el acudir al cementerio a despedirme de Alfredo. El pino estaba más tripudo que nunca y la chicharra no cesaba de cantar. Nuestros nombres, impresos en la corteza, iban creciendo de conformidad con el desarrollo del pino. Dije adiós a Manolito García, víctima de horrible disentería, y le compadecí otra vez. La sombra del ciprés, alargada, acicular, dividía su lápida en dos. Pensé que las cosas largas, afiladas, eran más tristes que las redondas. Di la razón a Alfredo, por su elección de un lugar de reposo sombreado por un pino. (...) Adiviné que la sombra que a mí me cruzaba el corazón era alargada y fina como la de un ciprés; idéntica a la que partía en dos la lápida de Manolito García...
La sombra del ciprés es alargada, Miguel Delibes
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Es verdad; pues reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición
por si alguna vez soñamos.
Y sí haremos, pues estamos
en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña
que el hombre que vive sueña
lo que es hasta despertar.
(...)
Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
La vida es sueño, Pedro Calderón de la Barca
http://cvc.cervantes.es/actcult/calderon/default.htm
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(...)
¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor?
Esta aura que vaga, llena
de los sencillos olores
de las campesinas flores
que brota esa orilla amena;
esa agua limpia y serena
que atraviesa sin temor
la barca del pescador
que espera cantando el día,
¿no es cierto, paloma mía,
que están respirando amor?
(...)
Don Juan Tenorio, José Zorrilla
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-¡No vuelvas a pegarle al caballo!, ¿oyes? Una vez, en Ciudad del Cabo, me encontré con un hombre que le pegaba a su caballo, como tú. Llevaba un bonito uniforme, y le dije que si volvía a pegarle a su caballo le pondría perdido de arañazos y le destrozaría el bonito uniforme. Él no hizo caso, y una semana después volvió a pegarle al caballo. Fue una látima de uniforme.
Bolmsterlund seguía sentado en la carretera, lleno de estupor.
-¿Adónde va usted? -preguntó Pippi.
Bolmsterlund, atemorizado, señaló a una casa de campo que había junto a la carretera.
-Allí, a mi casa.
Entonces Pippi desenganchó el caballo, que temblaba de cansancio y de miedo.
-Ven aquí, caballito -le dijo-, que otro gallo va a cantarte.
Y levantándolo con sus brazos, lo llevó a su establo. El caballo parecía estar tan asustado como Bolmsterlund.
Pippi Calzaslargas, Astrid Lindgren
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La caridad. Si, hablando lenguas de hombres y de ángeles, no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe. Y si teniendo el don de profecía y conociendo todos los misterios y toda la ciencia, y tanta fe que trasladase los montes, si no tengo caridad, no soy nada. Y si repartiere toda mi hacienda y entregare mi cuerpo al fuego, no teniendo caridad, nada me aprovecha.
La caridad es longánime, es benigna; no es envidiosa, no es jactanciosa, no se hincha; no es descortés, no busca lo suyo, no se irrita, no piensa mal; no se alegra de la injusticia, se complace en la verdad; todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera.
«Corintios 13», La Biblia
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DOÑA FRANCISCA:
Querer y ser querida... Ni apetezco más ni conozco mayor fortuna.
El sí de las niñas, Leandro Fernández de Moratín
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Preciosilla.- ¡Si los señores de Sevilla son vanidad y pobreza, todo en una pieza! Don Álvaro es digno de ser marido de una emperadora... ¡Qué gallardo!... ¡Qué formal y qué generoso!... Hace pocos días que le dije la buenaventura (y por cierto no es buena la que le espera si las rayas de la mano no mienten), y me dio una onza de oro como un sol de mediodía.
Don Álvaro o la fuerza del sino, Ángel de Saavedra y Ramírez de Baquedano. Duque de Rivas
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«Conejo Amable» puso mil quinientas pesetas de más en la cuenta. «Salmonete Arrogante» y Rudy subieron la escalera para iniciar su tierno y honesto arrullo.
Cálida Josefina, Alfonso Paso
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>>Introdujo sus largos dedos verdes en el pecho de Girolamo, que se quedó sentado como paralizado, y le hizo un nudo en el corazón. En ese mismo instante olvidó que era el príncipe Girolamo. Salió de su palacio y de su reino como un ladrón furtivo. Caminó por todo el mundo, hasta que llegó al país de Hoy, donde vivió en adelante como un pobre inútil desconocido y se llamaba simplemente Gigi. Lo único que había llevado consigo era la imagen del espejo mágico que desde entonces quedó vacío.
Momo, Michael Ende
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Quiero ir al coto de Doñana, que está hacia la parte de Huelva, para ver los lugares donde estuvo emplazada Tartesos, la gran ciudad donde los caballos comían en pesebres de plata; los ciudadanos tenían leyes en verso, escritas desde hace ocho mil años (imagínate), y estaba habitada por los hombres más hermosos y más pacíficos del mundo. Tú sabes que América es el único país del orbe donde las mujeres, refiriéndose a los hombres, decimos a veces how sweet! Es decir, que en ninguna otra parte del mundo es atractivo para las hembras un hombre dulce (sweet). Pues parece que los Tartesos eran los más dulces del mundo y por desgracia eso los arruinó. Porque los bárbaros del norte de África acabaron con ellos.
La tesis de Nancy, Ramón J. Sender
http://cvc.cervantes.es/actcult/sender/default.htm
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«...Entra de nuevo en terreno terciario y recibe por la izquierda al Henares, en Mejorada del Campo. En Vaciamadrid recoge al Manzanares por la orilla derecha, por abajo del puente de Arganda; y en Titulcia al Tajuña, por la izquierda. Suministra a la grande acequia llamada Real del Jarama, y ya en las vegas de Aranjuez entrega sus aguas al Tajo, que se las lleva hacia Occidente, a Portugal y al Océano Atlántico».
El Jarama, Rafael Sánchez Ferlosio
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